simplemente pedalea !

- Ya, pero no me vayas a saltar- Le volvió a repetir el niño a su padre, asegurándose en vano de que éste no fuese a soltar la bicicleta. Aunque sabía que para aprender a montar su bicicleta era necesario pedalear sin ayuda; pero aún no estaba listo para andar solo.
- Claro que no, hijo. Tu pedalea, yo voy a estar aquí, afirmándote... Hasta que estés seguro - La seguridad con la que le habló el padre lo alivió un poco más.
Entonces comenzó a pedalear lentamente, mirando hacia atrás constantemente, verificando si su padre seguía ahí como le había prometido. Y ahí estaba siempre que él miraba, alentándolo con una sonrisa.
El movimiendo de piernas era cada vez más rápido, y cada vez miraba menos hacia atrás, hasta que dejó de hacerlo, confiando en que su padre no lo soltaría.
El viento, la vista, los coleres, los aromas, todo era exquisito, la sensación más intensa que había sentido el infante, una mezcla de adrenalida y seguridad lo invadía. Era tanto su deleite que quizo mirar a su padre, pero esta vez no con desconfianza, si no que para compartir con él aquel momento.
Pero encontró su lugar junto a la bicicleta vacío, su padre lo había soltado, había andado solo.

Inmediatamente llegó el miedo a su pequeño cuerpo, el manubrio se descontrolaba, los pedales se movían solos, su mirada se nublaba. Venía lo peor.
Y lo pero llegó, lo cual no fué precisamente la caída escandalosa que sufrió. Lo peor fue que había confiado en su padre, ese ser que solía significar un modelo y un héroe, le había fallado por completo.
Y para cuando éste se acercó corriendo a levantar a su hijo, tendiéndole una mano, el pequeño se negó a tomarla, con desconfianza, y así como había pedaleado solo su bicicleta, solo se paró del suelo, sin ayuda. Volvió a tomar su bicicleta y simplemente anduvo.
Algo se quebró ese día entre padre e hijo.

Eres como el aire.

Bastaba bajar sólo un poco la guardia, suavizar un poco el trato y dejarse llevar... para comenzar a sentir, pero esta vez realmente.
Al menos así lo hice y de pronto, de la nada apareciste entre mis brazos para quedarte y no soltarme, para alegrarme, sostenerme y abrigarme.
Antiguamente no te hubiese querido de esta manera, te hubiese eliminado de raíz, pero resulta que llegaste y me hiciste cambiar, y hoy más que nunca quiero estar contigo.
Es verdad, que a veces mi antigua forma de actuar me posee y me dan ganas de sacar te mi vida y de mi mente, pero es que te quiero tanto que ya no tengo el valor necesario para apartarte de mi lado.
Lo cierto es que aunque muchas veces no quiero, pero te quiero con intensidad, porque cada vez que te miro sonrío, y cada vez que estás lejos duele en cada célula de mi cuerpo el no estar contigo.
Llegaste, sin que yo te llamase, ni necesitase. Ahora eres indispensable.